Visiting The Met?

The Temple of Dendur will be closed through Friday, May 10.

Press release

Destacada exposición en el Met presentará artistas del siglo XVIII de la Nueva España (México)

La vitalidad y el ingenio de los artistas del virreinato de la Nueva España (México) durante el siglo XVIII será el punto de atención de la exposición Pintado en México, 1700–1790: Pinxit Mexici, que abrirá sus puertas el 24 de abril en el Metropolitan Museum of Art. Por medio de unas 110 obras de arte (principalmente pinturas), muchas de las cuales no han sido publicadas sino restauradas recientemente, la exposición hará un recorrido de los artistas y desarrollos estilísticos más destacados del periodo y pondrá de relieve el surgimiento de nuevos géneros y temas pictóricos. Pintado en México, 1700–1790 es la primera gran exposición dedicada a este periodo, que es a menudo olvidado. 

La exposición es posible gracias al Fondo Plácido Arango, la Fundación William Randolph Hearst, la Fundación Andrew W. Mellon, el Fondo Gail y Parker Gilbert, la Fundación Diez Morodo, A.C. y Citibanamex.

La exposición es una coorganización del  Los Angeles County Museum of Art y Fomento Cultural Banamex.

Durante el primer siglo de la conquista mexicana, fueron artistas europeos —principalmente inmigrantes españoles— quienes hicieron frente a la creciente demanda de imágenes de todo tipo, tanto religiosas como seculares. Algunos de ellos establecieron talleres familiares en México que perduraron por varias generaciones. Hacia mediados del siglo XVII, artistas nacidos y capacitados en México, que respondían a las crecientes necesidades de mecenas individuales e institucionales, habían ascendido a una posición destacada y habían desarrollado estilos pictóricos que reflejaban los cambios del panorama cultural. El siglo XVIII dio lugar a un periodo de esplendor artístico con la consolidación de nuevas escuelas de pintura, la invención de nuevas iconografías y la organización de los artistas en torno a academias de arte. Prueba de la extraordinaria versatilidad de los artistas, cuyas obras monumentales cubrían las paredes de capillas, sacristías, coros y vestíbulos universitarios, fue el hecho de que estos pintores solían ser los mismos que producían retratos, pinturas de casta (representaciones de familias con mezcla racial), biombos e imágenes religiosas para devoción personal. El volumen de obras producido por las cuatro generaciones de pintores mexicanos que abarcaron el siglo XVIII prácticamente no tiene parangón en ningún otro lugar del vasto mundo hispano.

La creciente conciencia profesional de los artistas durante el periodo llevó a muchos pintores instruidos no solo a firmar sus obras para enfatizar su autoría sino también a hacer referencia explícita a México como lugar de producción a través de la frase en latín pinxit Mexici (pintado en México). Dicha expresión encapsula con elocuencia el orgullo que los pintores sentían por su propia tradición y la conexión que entablaban con tendencias más amplias de carácter transatlántico.

Resumen de la exposición

Pintado en México, 1700–1790 estará organizada en siete grandes secciones cronológicas y temáticas:

Grandes maestros presenta las obras de los pintores más destacados, alrededor de los cuales se congregaron otros, resaltando los lazos intergeneracionales y la firme unión con la tradición local. Se destaca el papel desempeñado por Juan Rodríguez Juárez en el fomento de cambios estilísticos y el establecimiento de una academia de pintura independiente alrededor de 1722. Por medio de un acercamiento académico, basado en la copia y el dibujo —posibilitado por la llegada de grabados y pinturas de Europa—, estos artistas y sus contemporáneos perfeccionaron sus habilidades de composición, refinaron su representación del espacio y la arquitectura, y prestaron cada vez más atención a la corrección anatómica de las figuras. 

Maestros narradores y el arte de la expresión considera el resurgimiento de la pintura narrativa en el México del siglo XVIII como respuesta a una creciente demanda de imágenes que transmitieran complejos relatos sagrados tomados de la Biblia, así como la vida de los santos. Estas obras, concebidas normalmente como series, decoraban el interior de iglesias, conventos, universidades y otros espacios públicos. El énfasis puesto en los interiores domésticos y los detalles cotidianos sirvió para establecer una conexión con el espectador y humanizar el contenido sagrado. 

Ocupaciones nobles y la Academia
explora el esfuerzo que los artistas realizaron durante este periodo para reformar la práctica de la pintura y desafiar las arraigadas jerarquías sociales y profesionales. Defendiendo la idea de que la pintura era un arte noble en vez de mecánico, los pintores escribieron e hicieron referencia a tratados sobre el arte, poniendo su labor en pie de igualdad con la del Creador supremo, y volvieron a dar forma a su propia imagen a través de autorretratos y otras obras que mostraban su dominio de la geometría, la matemática y la arquitectura. 

Pinturas de la tierra reúne un fascinante grupo de representaciones de las sociedades, las tradiciones y los lugares locales. La expresión “pinturas de la tierra” se utilizó en los escritos contemporáneos para describir obras únicas al territorio mexicano, ya fuera que hubieran sido producidas allí o que representaran temas locales. Entre dichas obras se incluían vedute (vistas o paisajes urbanos); pinturas de casta, que presentaban familias de mezcla racial; biombos con fêtes galantes (figuras amorosas en entornos rústicos), y representaciones de bodas indígenas, todas ellas salpicadas por coloridos elementos locales. Estas obras conforman un ejemplo brillante de la manera en que las pinturas mexicanas de la época satisfacían objetivos artísticos, políticos y documentales simultáneamente. 

El poder del retrato asocia el surgimiento del retrato con el crecimiento económico del virreinato, a medida que los miembros de distintos grupos sociales —en especial dentro de los contextos urbanos— encargaban a distintos artistas que pintaran sus retratos. En una sociedad jerárquica como la de la Nueva España, en la que se hacía especial hincapié en la nobleza de nacimiento, la piedad, la riqueza, los títulos y los méritos, el retrato tenía la capacidad de transmitir imágenes individuales y colectivas. Los retratos permitían dar forma una y otra vez a la identidad de las personas y proyectarlas a la sociedad, además de conmemorar familias y documentar instituciones religiosas y seculares. 

El mundo alegórico analiza un tipo de pintura fascinante y de gran inventiva que las órdenes religiosas solían encargar para transmitir conceptos teológicos abstractos o instruir en materia de fe. Estas imágenes se hicieron especialmente populares en parte porque las alegorías pueden expresar muchas cosas al mismo tiempo. Las pinturas alegóricas pueden dividirse, a grandes rasgos, en cuatro categorías: guías para la espiritualidad interior, enseñanzas o ayudas mnemotécnicas, símbolos que fomentaban la devoción local y comentarios que ensalzaban (o criticaban) a figuras en el poder. Algunas alegorías se concibieron como pinturas a gran escala que tenían por objetivo adornar espacios arquitectónicos, mientras que otras muchas, más pequeñas, apuntaban a despertar la devoción individual en oratorios privados o celdas monásticas. 

Imaginar lo sagrado presenta una selección de réplicas pintadas de imágenes de culto milagrosas. Las pinturas, que representaban esculturas vestidas, formaban parte de una larga tradición en la que participaron los mejores artistas de la época. Representadas a menudo en el entorno en que se veneraban, las imágenes sagradas pueden encontrarse en altares adornados con cortinas, velas, jarrones y flores. Era normal acompañar la devoción individual con imágenes más pequeñas, que solían pintarse sobre láminas de cobre con un gran nivel de habilidad y precisión. El refinamiento técnico y el exquisito nivel de detalle de dichas obras estimulaban la contemplación estética y religiosa.

Dentro de esta última sección de la exposición se incluirán siete pinturas de la colección del Met, todas ellas adquiridas desde el 2014.

Créditos, catálogo y programas

La exposición fue curada por la Dra. Ilona Katzew (Los Angeles County Museum of Art), con la colaboración de los curadores Jaime Cuadriello (Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México), Paula Mues Orts (Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, Ciudad de México) y Luisa Elena Alcalá (Universidad Autónoma de Madrid). En el Met, la exposición fue organizada por Ronda Kasl, curadora del Ala estadounidense. 

La muestra viene acompañada por un catálogo académico. El libro es una coedición de LACMA, Fomento Cultural Banamex, A.C. y DelMonico Books • Prestel, y cuenta con ediciones separadas en inglés y español.

Los programas públicos incluirán una obra encargada a la legendaria cantante y artista del performance mexicana Astrid Hadad el día 28 de abril y una charla en la galería con Ilona Katzew y Ronda Kasl el 4 de mayo, seguida por un debate el día 6 de mayo en el Domingo en el Met.

Los programas educativos cuenan con  al apoyo del Instituto Cultural Mexicano de Nueva York junto con AMEXCID.

La exposición se presentará en la página web del Met, así como en Facebook, Instagram y Twitter.

Antes de su presentación en el Met, la exposición se mostró en el Palacio de Cultura Citibanamex-Palacio de Iturbide (Fomento Cultural Banamex), Ciudad de México (29 de junio–15 de octubre de 2017) y en Los Angeles County Museum of Art (19 de noviembre de 2017–18 de marzo de 2018). 

# # # 

1 de mayo de 2018

 

Press resources